Existen muchos tipos de momentos a lo largo de la vida... momentos que no tienen importancia y que se olvidan pronto... momentos que tan sólo tú le puedes dar un valor... momentos que parece que no tienen mucha repercusión y que se te quedan ahí, clavados, porque una vez que pasan, ya no volverán...
Estos últimos son muy importantes para mí... son esos momentos que, pasan todos los días pero no te das cuenta de ellos hasta que estás en un momento de epifanía y entonces es cuando los atesoras...
Son momentos sencillos... no tienen que ser grandes decisiones ni momentos solemnes... son del día a día...
En casa me encargo yo de duchar a los nenes: les preparo la ropa (bueno.. al peque... porque la mayor se encarga ya ella solita de casi todo), les enciendo la estufa si hace falta, los ducho, los seco y los visto (¿he dicho ya que mi hija hace casi todo ella sola?) y luego, cada uno se lleva su ropa al cesto de la ropa sucia.
Es una rutina, sencilla, nada del otro mundo... en principio, hasta que hace un par de días me dí cuenta de un detalle (el momento de epifanía que más arriba comenté...):
Estaba secándole el pelo a Azahara con el secador... se lo cepillo mientras lo seco para que no tenga enredos y, mientras lo hacía, me di cuenta de lo largo que lo tenía... ¿cuándo le ha crecido tanto el pelo?.. espera...¡¡que ya va para los 8 años!!... en esos momentos te das cuenta de que los niños, crecen... ya no son tan niños... pasas los días con las rutinas diarias, pasas los días haciendo cosas sin importancia... hasta que te das cuenta de que poco a poco esas pequeñas cosas son las que, de aquí a poco, dejaré de hacer... ellos crecerán... dejarán de necesitarnos tanto... serán más auto suficientes y tú, lo que hayas podido atesorar, ahí se te quedará... lo que no hayas hecho, lo habrás perdido...
No hay que fijarse en si un momento es importante o no, porque todos lo son... los momentos pasan, te abandonan, y sólo quedarán los recuerdos de esos instantes. Atesorados para siempre.
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